viernes, 13 de mayo de 2011

Juan y el río

De la plaza de los encuentros, al sur: la vereda alta y aquel hombre  apacible, con agradable extravagancia, el modo sencillo y el  gesto amable, llegando al umbral, en la última esquina, sobre la honda calle que cae hacia  la añosa arboleda del parque, encima del río.
Su delicada y serena apariencia suele asomar de la casa en silencio, donde añoso árbol da sombra,  colmado de rojiza flor y ante un cielo  feliz de golondrinas  en la  claridad del octubre.
La vecindad del parque, nuestro lugar común, lo ve pasar meditando, camino al cercano cauce..., a la magia del Gualeguay de minuanes, confundiéndose  entre los fragantes y enormes eucaliptus de las leyendas amorosas.
Pescadores lugareños, cuentan de su extraño diálogo con las aguas, el sauce y el ave; allí, en la orilla desolada: su refugio.
Bella...atardecida imagen sobre sosegada canoa.
Y es en esa preciada calma, que lo sorprende la hora de la luz incierta del ocaso, ya imperceptibles las letras de aquel libro entre sus manos mansas.
Así y allí, retoma el hombre,con paso lento, el tardío regreso cotidiano, por el 
sendero que con su andar va dibujando.




  Allí... Juan y el río,
ante el amanecer del poema eterno;
latido que emerge del vientre del alma:
amparo materno.

Emoción en fuga,
anunciando el llanto de preciosa vida...
La canoa es cuna sosegada al sauce;
presencia sufrida.

Solos... hombre y río
en sagrado cáliz de orígen divino.
Una luz distinta eleva la imágen
del amor genuino.

Despertar del canto;
rosadas sus alas de pétalos suaves.
Gracia ofrecida, allá en el misterio:
Edén de las aves.

Y ahí... está el poeta
llegado del puerto dónde el frío duele;
el humo en el rostro,la mirada lejos...
Su apodo:Juanele.

                                               LUZ DEL CANTO.




                                                                                                    julio C. Faggiana 2010.