jueves, 9 de febrero de 2012

"El Goyo y el Juancho: Los Pichay " (III)

¡ Cuánto me estremece ésa fortaleza de canoa y hombre agredidos por tánta deriva y ante la naturaleza soberana! Brazos alentados por un desafío: penetrar en  la profunda espesura de la isla y su misterio.., allí; donde las sendas del yarará bravío , las traicioneras tapias, los tenebrosos embalsados de fibras, raíces y camalotes se trenzan y como una sepultura están prestos a abrirse y atrapar al andante que no es baqueano para desplazarse. Sí; el hombre y el río... , hombre de ojo al acecho ante el cauce que todo lo atrapa. Allí, en el encanto verde, son almas dichosas que aman y respetan la maravilla creada; son cuidadosos de ésa energía que los nutre, que les dá vida.
Allá, entre filosas pajas bravas, sus pasos se perdían buscando los esterales, donde habita la nutria, entre gritos y revolotear de teros  que atacan al intruso defendiendo sus nidos, mientras suelta el chajá su  pregón de alerta.
El mutismo prevalece en los baqueanos;  es un sentirse bién y oculta un intuitivo lenguaje. Necesitan pocas palabras o monosíllabos para entenderse mutuamente, porque aprendieron en  la soledad que el silencio es un aliado.
El diálogo es solo entre el alma y la naturaleza: les basta apenas una breve mirada y un lento gesto, ya sea levantando el mentón y un "ahá", por respuesta y como asintiendo, para decir lo preciso y necesario en ése instante...


(( Continúa)

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