domingo, 12 de febrero de 2012

El Goyo y el Juancho:" Los Pichay " ( I )

" Goyo y Juancho". Fueron éstos los apodos que surgidos del vecindario,  se metieran por los ranchos de aquel lejano arrabal: "el barrio de las ranas",  allí,  en la ribera anegadiza  del legendario Gualeguay minuano; hondura del país mesopotámico.
Sur entrerriano de esteros, donde don Goyo, el viejo progenitor y su hijo,  ya hombre, llevaban en la presencia sufrida, el genuino reflejo del nativo costero. Castigadas, rústicas sus imágenes, obra del desamparo.
Pobreza y descuido en la indumentaria. El rostro,  cual  bronce esculpido, con salientes  pómulos redondeados, ocultando aún más sus mejillas de " rala barba olvidada", las que se hundían, en lo que presentí una fortaleza de mandíbulas apretadas, conteniendo amarga angustia, como mordiendo el sufrimiento encerrado allá muy dentro, tras la muralla de labios agrietados. Los ojos con una casi imperceptible luz de alerta, hamacándose en actitud instintiva, veloces y en vaivén hacia ambos lados . Lejano..., distante  les surgía un breve parpadeo...
Diría que los dominaba una salvaje desconfianza. Si, un rastro indígena en ellos perduraba.
Detrás de sus lastimeras apariencias, allá en el abismo de lo desconocido, descubrí que habitaba  la enorme riqueza de los seres dignos: "el ser ellos mismos ", sentirse los dueños de sí  y de la vida metida en el paisaje agreste, donde solo ellos penetraban;  dueños del agua, del monte, de un cielo de luz y de pájaros.  Los dueños de su genuina libertad.
Admiro la dignidad y el honor en esos espíritus rebeldes, el bagual indómito en los corazones, el alarido desafiante resonando en el hondo cauce del hermano río y ante el atropello de quién los quisiera dominar, ante la ofensa del bárbaro, que aunque en apariencia, a veces bien suele lucir .
Sentir y pensar en airoso vuelo... ¡ Cuánta riqueza guardaban y por ellos ignorada!   ¡Cuánta sabiduría en sus silencios !





(continúa)



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